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miércoles, diciembre 26, 2012

Más Allá del Empirismo...

Recuerdo siempre con agrado que, durante mi niñez y adolescencia, nunca llevaba apuntes de clase ni libros para estudiar. Lo tenía todo en mi mente. Anotar las trivialidades que repetían los maestros y profesores me resultaba molesto; y leer lo que ellos sugerían era mucho más desagradable aún. Cada vez que asistía a clases, o cada vez que leía lo obligatorio sentía que lo sabia. Esas obligaciones eran como vivir de vuelta algo ya vivido. Un déjà vu. No necesitaba estudiar. Ese período de mi vida lo dediqué íntegramente a vivir en plena naturaleza. Lo mio era estar en el campo, el contacto con los animales y las plantas. Era tal mi devoción por lo natural que a veces andaba en medio de la oscuridad hasta altas horas de la noche, perdido por el desierto. Pero todo cambió al llegar a la universidad.

En la universidad donde estudie mi primera carrera, ingeniería, como en cualquier otra del mundo, el programa de adoctrinamiento es más cruel. Profesores y burócratas son discípulos estrictos de la doctrina. Se imparten determinados contenidos, se intenta enseñarlos, y luego se evalúa para asegurarse si es que al estudiante se le ha lavado su mente. En una carrera universitaria tan estricta en sí misma, como lo es cualquier ingeniería, el adoctrinamiento es riguroso en extremo. El sutil y efectivo instrumento intelectual que se utiliza para ponerlo en escena se llama "empirismo".

El empirismo se aplica como una clase de lenguaje para comunicarse con el oráculo de la verdad. Para la secta empirista la experiencia es la única fuente de conocimiento. Todo conocimiento se origina y proviene de la experiencia, dicen. Obviamente, por lo comentado en el primer párrafo, no podía coincidir con el dogma empirista. Yo sabia que ciertos conocimientos no requerían de la experiencia. Lo había vivido en mi infancia y adolescencia al darme cuenta de los déjà vu. Pero en esta situación el empirismo era inevitable. Estaba solo, nadie lo cuestionaba, todos estudiábamos ingeniería, Argentina vivía en cuasi-dictadura con democracia incipiente, y todo el aparato doctrinario de la universidad era implacablemente sofisticado, tal como lo es hoy en día. Una criatura sola no puede frente a semejante monstruo.

Ante esa situación agobiante, mi estrategia fue apechugar y esperar. Llegará el momento, me dije, en el cual yo decidiré qué leer, dónde buscarlo, cuándo leerlo, qué clases escuchar, y qué clases rechazar. Y, de nuevo, como en aquellos bellos pasajes de mi infancia, no me equivoque. Ese momento llegó luego de finalizada mi carrera de ingeniería. El adoctrinamiento compulsivo impuesto por ese sistema universitario terminó para mi. A partir de ahí, fui yo quien decidió qué hacer y qué estudiar; a pesar de recibir una formación adicional obligatoria en dos postgrados de economía.

La economía es una ciencia social. Para abordar y entender un fenómeno social uno está obligado a abrir la cabeza. No se puede ser tan cerrado como en una ingeniería. También, en el medio, estudié bastante de matemáticas. Estudiar economía y matemáticas fue para mi como tocar el cielo con las manos. Se confirmaban todas mis sospechas. No me quedaban dudas de que el empirismo era un espantoso dogma que se usaba para el adoctrinamiento. Ambas ciencias, la economía y las matemáticas, no requieren de la experiencia para obtener sus teoremas e implicaciones. Punto.

Por fortuna, y gracias a mi resistencia, hoy puedo estudiar y entender por mi mismo toda la complejidad de: la relatividad, la teoría cuántica, las teorías cosmológicas, los espacios vectoriales y topológicos, los espacios de Hilbert, la teoría del caos, la praxeología, las teorías jurídicas, y la economía, entre otras. Entender esto no requiere de la experiencia. Es completa y absolutamente independiente de ella. En mi caso, la semilla de tal entendimiento no la sembró la experiencia. La semilla venía conmigo y germinó en mi infancia. Eso estaba ocurriendo cuando me aburrían maestros y profesores; cuando lo que ellos me obligaban a leer ya lo sabía.

La explicación racional a mis juveniles déjà vu, que aún hoy vivo, se encuentra en los trabajos del, para mi, más grande de todos los filósofos que he leído: Inmanuel Kant. En su conmovedora obra "The Critique of Pure Reason" Kant explora minuciosamente las distintas fuentes que alimentan de conocimiento a la mente humana. Allí él se concentra y estudia una clase de conocimiento muy especial que es completa y absolutamente independiente de toda experiencia. Él llama a los enunciados de este tipo de conocimiento "juicios sintéticos a priori". Es decir, son nuevos conocimientos, nuevos juicios o enunciados, para la mente que no tienen nada que ver con toda experiencia. Estos conocimientos no requieren de experiencia para de repente surgir en la mente de una persona. La mente tiene esa maravillosa habilidad para generarlos. Eso es, simplemente, un evento fantástico, un patrimonio único del ser humano.

Kan demuestra en detalle la existencia de los juicios sintéticos a priori, con lo cual no quedan dudas de su existencia. En una nota que escribí aquí en este blog, intento probar la existencia de estos juicios usando rigurosa lógica proposicional. Además, desafortunadamente para los empiristas, las matemáticas, la geometría en especial, son una prueba viviente de que estos juicios existen. De todos los juicios sintéticos a priori que suelo encontrar, uno de los que me dejan perplejo -anonadado- es el axioma praxeológico de acción de Ludwig von Mises: "los humanos actúan", dice Mises. De este juicio sintético a priori se deriva la completitud de las implicancias de la praxeología incluida “toda” la teoría económica. Fantástico, no?.

Claro, para entender el significado de esto, uno debe entender el significado de la experiencia. ¿Qué es la experiencia?. Para una mente tan genial, como la de Kant, el conocimiento empírico es aquel conocimiento que se obtiene con la participación de la impresión sensorial. Los objetos -cosas, fenómenos, eventos- afectan nuestros sentidos, produciendo representaciones de ellos mismos, lo cual pone nuestro poder de entendimiento en actividad para comparar, conectar, o separar los objetos y así trasformar la materia prima sensorial en conocimiento de esos objetos.

Kant sostiene, que este conocimiento llamado empírico no tiene por qué derivarse exclusivamente de la impresión sensorial. Parte puede provenir como una oferta de la propia facultad cognitiva más que de la impresión sensorial. El conocimiento que no proviene, absolutamente, de la impresión sensorial Kant lo llama a priori. Y si en ese conocimiento -en su enunciado- no hay ningún elemento empírico -algo que se deriva empíricamente- el enunciado es a priori puro, sino es a priori impuro porque está contaminado con impurezas empíricas. Además el conocimiento a priori puede ser analítico si es que el predicado de su enunciado está contenido -oculto- en el sujeto, o sintético si es que no lo está. El enunciado de este último conocimiento es lo que Kant denomina "juicio sintético a priori". Los juicios a priori, en especial los sintéticos, constituyen la explicación de mis déjà vu. De repente me encontraba leyendo juicios -enunciados- a los cuales mi mente había accedido de algún modo.

Por supuesto, lo que he comentado sobre mis déjà vu debe pasarle a millones de jóvenes todo el tiempo, quienes se ven obligados a no avanzar. Ocurre que el sistema educativo doctrinario compulsivo nos tiene entrampados. Vivimos en un callejón sin salida. Las criaturas educando son inocentes e indefensas. No tienen la fuerza ni los recursos para decidir sobre su educación. Y para peor de los males, sus padres son todos conformistas ignorantes, quienes no entienden, ni entenderán, el daño que le ocasionan a sus propios hijos y a su propia descendencia.

La única posibilidad de cambio es que el dogma y la doctrina empirista desaparezca como estándar compulsivo de educación. Pero esta es una decisión que no pueden tomar las víctimas, sino sus victimarios: adultos conformistas ignorantes que usan incluso el adoctrinamiento para lucrar. Cuando pienso sobre esta situación entiendo la ocurrencia de muchas miserias humanas, como: las guerras, la indignidad de la esclavitud, el terrorismo, la explotación, el hambre, y la pobreza. La educación dogmática y doctrinaria impide que la gente se de cuenta que tarde o temprano caerá en esa situación de miseria. Con lo cual, la miseria ocurre.

El ser humano compulsivamente adoctrinado no puede ser libre. Un humano no libre es un humano no viviente, es una momia que se reproduce. Este resultado es muy triste. Pero tengo la esperanza que llegará el día en el que nuestra única salida para continuar como especie sea el completo reconocimiento de que necesitamos ser y vivir en condiciones de absoluta libertad que nos permita elegir, entre otras cosas, cómo educarnos. Tengo la esperanza de que ese momento llegará. Eso será cuando nuestra mente y nuestro espíritu, como miembros de la raza humana, se encuentren liberados y mucho más allá del empirismo.
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sábado, diciembre 22, 2012

Las Bondades de la Paz

La vida pacífica dignifica al ser humano. Vivir en paz eleva su estatus moral, espiritual, y material. El cultivo de las mejores cualidades de la vida sólo se vuelve posible bajo las condiciones reinantes en la paz. Pero, ¿qué es vivir en paz?; y ¿cuáles son sus implicancias?. Lo que recurrentemente retorna a mi mente cada vez que planteo estas interrogantes es si los dos millones de años -más de 100 mil generaciones de humanos; algo así como 100 mil tiradas de dados de un supuesto apostador biológico- de historia sirvió para que los hombre entendieran algo sobre la verdadera trascendencia de la vida, o si es que esa disminuida bestia primitiva -asesina, violadora, y caníbal- ejerce aun un control predominante sobre la conducta de los individuos.

Vivir en paz significa vivir en sociedad respetando la existencia, la libertad, y la propiedad de los demás; es decir, respetando sus plenos derechos. Cualquier violación a estos derechos, altera las condiciones de vida social y tensa las relaciones humanas en el sentido de la agresión que es lo opuesto a la paz. La violencia agresiva es inconsistente con la vida social pacífica. Cuando alguien va por el mundo agrediendo a los demás, no puede esperar menos que recibir agresiones; esta es una ley cuasi-biológica. Es la ley de la selva. ¿Hasta donde se extienden los alcances de esta primitiva ley sobre la conducta humana?. Se extiende hasta donde el orden social humano establece sus límites.

A priori, se sabe que un hombre está predispuesto a agredir siempre que los beneficios obtenidos por hacerlo superen los costos o pérdida que ello le genere. Esto es una consecuencia lógica del axioma de acción de Mises. Si cualquier agresión humana fuera perfectamente identificable con el agresor y tal agresor fuera efectivamente punible, el orden social del hombre sería completamente pacífico, al no quedar espacios para agredir. En tal caso la agresión quedaría totalmente limitada e imposibilitada. Los costos del agresor serían siempre onerosos. Esto es lo que yo llamaría “el” ideal de la paz. Pero el ideal, sin ser una fantasía, resulta poco probable en la práctica social. Lo habitual es que muchos hombres no detecten sus actos agresivos y actúen generando daño involuntario; y también ocurre que individuos intencionalmente dañinos y agresivos actúan agrediendo sin ser detectados o castigados. En una sociedad real hay daño esperable.

Pero sin una cota mínima de paz o una cota máxima de agresión, la sociedad humana se vuelve impracticable. Superada esta cota máxima toda sociedad se disuelve o no se constituye. Una sociedad sólo es constituible sobre el estándar de la paz y no sobre el predominio de la violencia agresiva. En algún momento la paz debe predominar. Dos personas, o grupos, o pueblos, o naciones que se agreden permanentemente, se terminan aniquilando. La aniquilación social es el resultado trivial de la agresión permanente. ¿Por qué ocurre esto?

Aquí entran en juego las implicancias de la paz. Estas implicaciones son económicas. La paz es una condición necesaria para la prosperidad de los hombres y sus sociedades. Los valiosos recursos que requiere la agresión se sustraen del progreso potencial. Las guerras, por ejemplo, no solamente destruyen progreso ya obtenido por aplicar recursos en el pasado sino también impiden que los recursos usados para el accionar bélico se apliquen a generar nueva prosperidad en la sociedad. Es a lo que yo me refiero como “pérdida de doble vía”: se destruye el progreso creado y se impide crear progreso. La suma de esas pérdidas suele ser tan significativa que a la larga vuelven inviables a los pueblos guerreros. Ellos mismos se auto-aniquilan. De este modo, la agresión conduce a la auto-aniquilación.

El ser humano, dispone del motivo, de la intención; rasgo que lo distingue de otras bestias y lo vuelve consciente de casi toda su conducta, de todos sus actos. Conducta y acción se explican por el motivo y la intención. Así lo expresa el gran axioma de la praxeología propuesto por Ludwig von Mises: “el hombre actúa”. Actuar, aquí, significa comportarse motivada e intencionalmente.

El hombre identifica determinadas metas, se focaliza sobre ellas y elige las que desea para luego arbitrar los medios en su intento por alcanzarlas. Así actúa el ser humano. Esta es una verdad innegable y en buena hora que así sea. El problema surge cuando el hombre, viviendo en sociedad, elige metas y arbitra medios que dañan derechos de otras personas. En una sociedad pacífica esos daños se evitan o minimizan habilitando de ese modo la mejor perspectiva para la prosperidad que surge como una de las Bondades de la Paz.
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domingo, diciembre 16, 2012

Infinita et Infinitesimal -Part II-

Aunque hace rato debí publicar esta nota, me tomó casi un año de tiempo retomar el apasionante problema de la extensión del Universo. No soy físico de profesión, aclaro, -aunque he estudiado matemáticas, pero este aspecto de la dimensión del mundo físico es uno sobre los que pienso cada día de mi vida. Esta nota debí escribirla en Ingles, pues en tal lenguaje fue publicada su antecesora Infinita et Infinitesimal -Part I-. Decidí escribirla en español con el único propósito de que quién la inspiró, la mente brillante de una hermosa y joven mujer que vive 15.000 Km de distancia de Argentina, haga el esfuerzo de leerla en mi lenguaje materno. Tal como lo sabe, de ser verdadero, lo que aquí digo lo dedico para ella.

Muchas personas con las que he hablado sobre la extensión del universo me han dicho que éste no puede extenderse infinitamente porque en tal caso no habría un comienzo a partir de una singularidad como la propuesta en la teoría de los agujeros negros de Stephen Hawking. Si se originó a partir de un punto arbitraria e infinitamente pequeño -de la nada- luego, dicen los críticos de la infinitud, el universo debería ser eterno para ser infinito. Pero un universo inicial eterno, argumentan, carece de significado epistemológico pues el observador -el hombre creador o portador de toda lógica- no lo es al estar viviendo en un periodo limitado de la historia que no es ni el inicio ni el fin. La eternidad no tiene inicio ni fin. Un universo, a priori, no tendría ni inicio ni fin si uno pretendiera otorgar significado epistemológico a la noción de "universo eterno".

El atajo que yo utilizo para salvar esta discusión es la teoría de la relatividad "general" de Albert Einstein. Esta teoría no impone restricciones sobre la expansión del espacio. El espacio es quien contiene y aparece junto con la masa -materia y la energía-. La masa, cuando irrumpe en la existencia, crea simultáneamente espacio; o sea, lo genera para existir. La teoría "especial" de la relatividad de Einstein sólo impone restricciones para el desplazamiento de la materia y la energía sosteniendo que nada que tenga masa puede moverse en el espacio más rápido que la luz. De este modo, dado que el universo es masivo, si tuviera un inicio no podría extenderse infinitamente ni por toda la eternidad.

Pero la teoría "general" de la relatividad de Einstein acepta la posibilidad de que el espacio -es decir, el continente de la materia y la energía- se desplace a cualquier velocidad arbitraria, incluida una velocidad infinita, por el sólo hecho de que nada lo contiene. Si dos objetos espaciales que contienen materia y energía se alejaran el uno del otro a velocidad infinita entonces en "cualquier" instante infinitesimal, contado desde algún inicio de tales objetos, ellos se encontrarían a distancia infinita el uno del otro. O sea, en una fracción de tiempo arbitrariamente pequeño el universo podría alcanzar una extensión infinita. Brillante!!!; no?.

En este contexto, el inicio en Big Bang propuesto por Stephen Hawking -esa noción de explosión colosal que dio origen a un universo infinito- adquiere estatus epistemológico. Esta noción se vuelve una verdad irrefutable; absoluta y necesariamente independiente de toda verificación empírica. O sea, la teoría de Stephen aplicada a un cosmos ilimitado es una noción a priori. Esto también es Brillante, pero además Exultante!!!; no?.

Para los fundamentalistas del empirismo, cosa con la que yo no coincido ya que el empirismo es en sí mismo contradictorio, tengo un ejemplo sumamente simple y contundente de que algo arbitrariamente pequeño que lo contiene todo puede extenderse infinitamente en una fracción arbitraria de tiempo. Considere un círculo. Hágalo tan pequeño como su mente lo pueda; o sea, haga su diámetro tan pequeño como lo quiera. Pues eso es un objeto infinitamente pequeño. Además ese círculo contiene infinitos puntos, que es todo lo que contiene; está infinitamente constituido por los mismo puntos que emergerían al incrementar su diámetro. Ahora haga el esfuerzo mental de aumentar el diámetro de ese círculo originalmente cuasi-inexistente. Por último, intente incrementar el diámetro del círculo a un tamaño tan grande como lo desee casi instantáneamente; imagine que ese diámetro es infinito.

Listo. Con este ejercicio Usted ha logrado replicar el Big Bang de Stephen que vuelve consistente la finitud y la infinitud. Usted imaginó simultáneamente un círculo infinitamente pequeño y ese mismo círculo infinitamente grande, por decirlo de alguna manera entendible. Por supuesto, no se asuste!!!, su réplica del Big Bang no es una explosión creativa colosal. Usted no ha creado nada, sólo lo ha imaginado. O sea lo hizo a apriori, despojado de toda experiencia.

Darle la vuelta a este ejercicio mental es algo aburrido y trivial. Es un ejercicio que cualquiera puede hacer una vez que captura la noción del Big Bang. Algo que se puede inflar infinitamente en un instante, desde luego que también se podrá desinflar en un instante. Piense en un globo que se infla y explota. Ambos eventos, inflar y desinflar el globo, pueden ocurrir casi simultáneamente de manera violenta. Algo así como una creación y destrucción violenta. O sea, el espacio puede aparecer violentamente a partir de la singularidad de Stephen para desvanecerse violentamente a partir de una tensión espacial admitida por la relatividad general de Einstein. Así es como toma consistencia epistemológica esta noción a priori del universo. Esta nota, no termina aquí. Seguiré escribiendo sobre esto que he llamado Infinita et Infinitesimal.
---------------------------------------------------------------ad Egle
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